WELCOME TO THE JUNGLE

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domingo, 26 de octubre de 2008

LA VIDA AL COMPÁS DE UNA TONADA

La música se vuelve real cuando la empezamos a sentir como una extensión de nuestros pensamientos. Al principio significa disfrute, baile, mera diversión. La asociamos a fiestas y celebraciones, pero todo tiene etapas en nuestra vida y resulta ser cuando llegamos a la adolescencia que las notas que vuelan en el aire se tornan en parte de nuestra identidad.
Nos llevan a un mundo distinto, al que pronto hacemos propio, en el vemos el reflejo de frustraciones, melancolías, alegría, dolor, paz. Mis primeras inclinaciones cuando comencé a descubrir a la música en mí fue el rock alternativo y el pop, siempre sentí cierto desprecio por la música romántica, no lo puedo negar aunque una que otra canción no me parecen tan sosa.
El pop lo escuchaba cuando estaba feliz, era infaltable encerrarme en alguna habitación y encender un estéreo o la computadora para poder dejarme seducir por las pegajosas melodías de este género, iniciando casi como en modo automático a mover mi cuerpo al ritmo de las canciones, imitaba los movimientos de los ‘ídolos’ del momento y los seguía al compás de mis frívolos sueños juveniles, carentes de cualquier tipo de madurez, pero míos a la final.
Aunque nunca llegué a decorar mi habitación con algún rostro de estas celebridades siempre desee conocerlos y dejarme plasmar algo de ese fulgor de estrella que derrochaban, aunque en el fondo siempre he sabido que no todo lo que brilla es oro, pero aun así siempre envidié las magistrales voces de algunas cantantes como Christina Aguilera y Beyonce.
Toda etapa acaba para dar inicio a otra, resultando ser esta mi paso por el rock alternativo, el cual comenzó con la influencia de mi mejor amigo de la época de colegio, pero este trayecto aun no culmina, mi cuerpo vive el rock a cada electrizante acorde. Reconozco que ya no ocupa el primer lugar como antes lo hacía junto al pop.
Este género era algo así como mi droga, me parecía inevitable dejarme narcotizar por los solos de guitarra o de batería o los agudos timbres que solían alcanzar ciertos interpretes, eran mi escape de un mundo en el que sentía aun no era aceptada, aunque ahora me ubico más como desadaptada social.
Pero de este género decantaba más por escuchar las letras en ingles, en español no me gustaban ya que podía entender de que trataban y eso no me gustaba, el no saber muchas veces de que trataba la letra de las canciones me acercaba a ese mundo de ensoñación creado por mi paralelo a mi realidad, por eso mis grupos preferidos eran linking park, lim bizkit, system of a down, evanescence, etc.
Ahora mis gustos se han vuelto más clásicos en este género, centrándome en el rock de antaño. Prefiero escuchar los trinos agudos de Guns & Roses, la melancolía casi suicida de Nirvana, o ir por los viejos senderos del rock a la mano de los Rolling Stone, Aerosmith, The Doors o caminar por la vía cursi-inglesa de los Beatles.
La música me reviste en su manto de exorbitantes colores, me hace ser parte de ella apreciando como mis sentidos y mi ser se amalgamaban a ella. La oía a un volumen ensordecedor, podía sentir el bajo haciendo eco en mi interior, siendo él la causa de dejar de escuchar los latidos de mi corazón.
Cada canción me recordaba y me recuerda aún a alguien o alguna situación. Es instantáneo que al escuchar la letra de Butterfly de Crazy Town recuerde nítidamente en mi mente a mis amigos de secundaria, cuando nos sentábamos en el colegio al lado del arco de fútbol para conversar, comer, gastarnos bromas, todo esto mientras sonaba en el fondo la, en ese entonces, mágica tonada.
Aún es uno de mis géneros predilectos, pero estoy ya en la etapa de la música electrónica, en especial del Trance, creo que mi gusto empezó a sumergirse en estas embriagantes aguas cuando casi terminaba el colegio, aunque allí aun no la sentía tan mía.
Al llegar a Quito para iniciar mis estudios universitarios empecé a ir a bares de este género, me sentía tan natural era como si siempre hubiese estado allí para mí y cada vez necesitaba asistir más a ellos.
Eran y son mi adicción aunque ahora la universidad y las tareas me han alejado un poco, pero jamás me alejo de este hipnótico sendero, se que en este mundo son completamente normales los estupefacientes, hasta yo lo reconozco como tal.
Pero aun siendo tan normal no me gusta conseguir con alguna sustancia un efecto que yo misma creo cuando me dejo llevar por las tonadas y extiendo mis alas a un paraíso tan real y mío.
Al primer concierto que consideraba que moriría si no iba fue justamente a uno de electrónica, cuando se presentó DJ Tiësto por segunda vez en Quito, hice hasta lo imposible por ir. Mi hermana detesta verme inmersa en este mundo porque dice que las drogas no faltan y en algún momento me pueda pasar algo, pero creo que yo soy menos precavida o realmente se cómo manejarme en este ámbito, bueno más bien, buena o mala, es mi decisión,.
En este concierto escuché las canciones que tanto me extasiaban cuando las oía en alguna disco. Sentí estremecerse por dentro cuando Tiësto dio inicio a Loves comes again, sus primeras notas me elevaron casi al nirvana.
El júbilo se volvió una explosión en mi interior, mezcla de alegría, ganas de seguir vivir un milenio más en este trance, el sentimiento de creer hallarme en otra dimensión, tan mía, tan real y al mismo tiempo más irreal que mis sueños me embargó por completo.
Por eso cuando voy al Blue’s, un bar en el que sólo se escucha electrónica, pierdo cualquier noción de tiempo, ingreso cuando la luna está en lo más alto del cielo y salgo cuando el sol alegra el verde de las hojas de los árboles y hace cantar a las aves que viven en sector de la Carolina.
Es mágico perderme en el hechizo de las canciones que a cuentas del Dj de turno se vuelven eternas y deliciosas, dejarme arrastrar a las orillas del delirio cuando el ritmo se instala en mis venas, convirtiéndose en la combinación perfecta con mis actuales pensamientos, en los que el mundo dejó de ser el juez acusatorio y más bien comenzó a dejarme de importar, aun me importa el que dirán lo admito pero dejó de ser el eje de mi vida, que hagan de mi la imagen que quieran, que piensen de mi la utopía que quieran.
En cada amanecer, en cada ocaso en todos lados veo los colores que veo cuando cierro los ojos y empiezo a dejarme llevar por la embriagante poesía de la electrónica, y la prefiero cuando son solo sonidos sin historias, ya que me permite hacerla mía, adaptarla a mis situaciones, hacer de ella el soundtrack de la película extraña que es mi vida.
Tal vez en otro tiempo mis gustos vuelvan a cambiar, tal vez, pero mientras conserve aún esta pasión que me devora, me dejaré llevar hasta donde sus aguas me remolquen, y como siempre me dejaré caer en ella, me dejare hundir en ese pozo de sentimientos inconclusos que es mi existencia.

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